Abstract
Nach einer Definition des Wesens süchtigen Verhaltens wurde ausgeführt, wie nicht nur der Süchtige dem Arzt, sondern auch der Arzt dem Süchtigen aus dem Wege zu gehen pflegt, wie oft erst gesundheitliche Schäden, forensische Komplikationen oder gänzliche Bankrottierungen zum Arzt führen können, welche Möglichkeiten der Einwirkung sich in einzelnen Stufen aber doch, trotz der ungünstigen Vorzeichen, ergeben, wenn vor allem in einer kommunikativen Psychotherapie für eine befreitere Atmosphäre, Sinnerfüllung und gegenseitige Verpflichtung Sorge getragen wird. Daß sich, wie auch bei sonstigen psychotherapeutischen Bemühungen, das zu Erreichende den Maximen einer Erfolgsstatistik entziehen muß, liegt auf der Hand. Wie dem auch sei: Warntafeln sind auffällig wirkungslos. Verbotsschilder haben einen seltsamen Animierungscharakter. Es kommt weniger darauf an, Rausch und Betäubung zu verbieten, als sie sich erübrigen zu lassen dadurch, daß Vorbedingungen geschaffen werden, die sie nicht mehr lebensnotwendig machen. Nicht auf das „Du darfst oder sollst nicht!” oder „Das kann alles passieren”, sondern auf das „Du kannst, aber Du brauchst nicht!” kommt es an. Selbst wenn es auf dem Wege zu einer freizügigeren Begegnung und Behandlung zu Enttäuschungen und falschen Ausnützungen kommt, ist dieser Weg immer noch würdiger und auf die Dauer erfolgreicher als der über chemische Barrieren und gewaltsame Einsperrungen sowie Verwahrungen, mit Hilfe derer die süchtige Grundhaltung nicht behoben werden kann. Diese Patienten machen es dem Arzt schwerer als andere. Das ist so und wird wohl so bleiben. Und doch, auf dem Hintergrund mancher Enttäuschungen gehört es zu den befriedigendsten Erfolgen eines Psychiaters und Psychotherapeuten, wenn es gelingt, dem einen oder anderen Suchtgefährdeten oder Süchtigen doch dazu zu verhelfen, daß er aus dem selbstgeschaffenen Gefängnis befreit, nur noch an kürzerem oder längerem Zügel gehalten zu werden braucht oder sich schließlich wieder eigenständig entfalten kann. Das Ganze gibt ein Beispiel dafür, wie sehr psychotherapeutische Behandlungsnotwendigkeit und wissenschaftliche Durchdringung der Voraussetzungen aufeinander angewiesen sind. Jedenfalls besteht kein Grund mehr, diese Patienten mit all ihrer Problematik von vornherein als mehr oder weniger Entartete auszuklammern. The nature of addiction is defined and the relationship between the addicted and the doctor discussed, especially the events that ultimately lead the addicted person to seek medical help. Possibilities and limitations of psychotherapy are discussed. The prohibition of drugs of addiction is useless: what is essential is to remove the conditions which lead to their being taken. Although these patients are difficult to treat, results are, often highly gratifying. La manía como problema psicoterapéutico Después de una definición de la esencia del comportamiento maníaco se expone cómo no sólo el maníaco suele esquivar al médico, sino también el médico al maníaco, con cuánta frecuencia sólo daños de la salud, complicaciones forenses o bancarrotas totales pueden conducir al médido, pero cuáles son las posibilidades de influir en diversos grados, que resultan a pesar de los presagios desfavorables, si se presta atención ante todo en una psicoterapia comunicativa a una atmósfera más liberada, a un cumplimiento racional y a los deberes recíprocos. Es natural, que el logro tiene que sustraerse a las máximas de una estadística de resultados, como acaece también en otros esfuerzos psicoterapéuticos. Sea como fuese: tablas de advertencia quedan sorprendentemente sin efecto. Rótulos prohibitivos tienen un extraño carácter de animación. Importa menos el prohibir la embriaguez y el efecto narcótico que hacer que sean superfluos, creándose las condiciones preliminares que ya no los hagan necesarios para la vida. Lo que importa no es el “Tú no debes” o “Todo esto puede pasar”, sino el “Tú puedes, pero no es preciso que lo hagas”. Aun cuando en el camino hacia un encuentro y tratamiento más liberados sobrevengan desilusiones y aprovechamientos falsos, este camino será siempre más digno y tendrá a lo largo más éxito que el que lleva por barreras químicas y encierros violentos así como custodias, con cuya ayuda no se puede corregir la postura fundamental maníaca. Estos enfermos dificultan la labor del médico más que otros. Esto es así y lo será seguramente. Sin embargo, en el fondo de algunas desilusiones, corresponde a los resultados más satisfactorios de un psiquiatrica y psicoterapéuta lograr ayudar a uno u otro expuesto a la manía o maníaco a que, liberado de la cárcel donde fue por él mismo, sólo tenga que ser llevado con riendas más cortas o más largas o que finalmente vuelva a desplegarse autónomamente. Todo esto ofrece un ejemplo de lo mucho que dependen recíprocamente la necesidad del tratamiento psicoterapéutico y la compenetración científica de los supuestos. De todas las maneras ya no hay motivo para excluir de antemano estos enfermos con todos sus problemas como más o menos degenerados.

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